Resumen: La villa de Calanda, en un pasado no demasiado lejano, destacó como centro de producción alfarera con trascendencia en todo Aragón. Sus piezas se producían a mano, por urdido, técnica que hunde sus raíces en la Edad del Bronce, donde tiene su origen el poblamiento de esta zona. Dadas las características técnicas de las obras y las del barro, conjuntamente propiciaron que el torno nunca fuera adoptado en este alfar. Destaca su producción de cántaros, cocios y tinajas, todos con sus correspondientes variantes, adaptadas a su especifica funcionalidad. Los alfareros distribuían su producción en sus propios talleres e incluso en lugares tan lejanos de Calanda, como Jaca y la comarca de la Hoya de Huesca, por el norte; Teruel por el sur; y Sestrica, por el oeste, abarcando prácticamente todo el territorio aragonés.